viernes, 25 de junio de 2021

Ivy Compton-Burnett o ese destino tan temido

La novelista Ivy Compton-Burnett (1884-1969) forma parte de una serie de autores ingleses a caballo entre el siglo XIX y el XX cuya obra demuestra la existencia de una sensibilidad burguesa claramente distintiva. Sus novelas están pobladas de maridos y mujeres, padres e hijos, hermanos y hermanas, criados y doncellas —cualquiera que sea el grupo, más mujeres que hombres—, que se sienten atrapados en una sociedad obsesionada con el pasado y que no termina de adaptarse al presente. Lo que más sorprende de estas novelas, que ahora reedita Anagrama en edición de bolsillo cuatro décadas después de su publicación, Criados y doncellas (Manservant and Maidservant, 1947), Padres e hijos (Parents and Children, 1941) y Una herencia y su historia (A Heritage and Its History, 1959), es que Compton-Burnett consiguiera abordar esos temas con un finísimo humor, no exento de ironía. No son muchos los escritores que puedan presumir de dibujar una sonrisa permanente en la cara del lector con solo unas pocas líneas de diálogo entre dos personajes. “Lástima que no tengas mi encanto, Simon —dijo Walter Challoner. —Bueno, siempre es mejor que en una familia cada cual tenga lo suyo”, leemos al comienzo de Una herencia y su historia. O este otro diálogo, al comienzo de Padres e hijos: “Me parece que no puedo enorgullecerme de mis pensamientos —dijo Eleanor Sullivan. —En ese caso, estoy seguro de que son diferentes del resto de ti, querida”. Compton-Burnett fue considerada en vida como una igual de Jane Austen y Henry James —curioso binomio para expresar una distinción fuera de lo común—, pero su nombre desapareció prácticamente del panorama literario tras su muerte hasta el punto de hacerse completamente invisible para las nuevas generaciones. He aquí y ahora una oportunidad para conocer su obra y su historia. Compton-Burnett se dedicó siempre a captar, a través de sus subversivos diálogos, la textura de las relaciones de la alta burguesía inglesa venida a menos después del refinamiento victoriano. Como escribe el escritor Sergio Pitol, en el prólogo de Criados y doncellas, “en los espacios imaginados por Ivy Compton-Burnett la ropa sucia se lava siempre en casa”. Los ricos también ensucian y no limpian, al menos mientras puedan pagar manservant and maidservant. Pero una cosa es segura, las novelas de Compton-Burnett tienen lo mejor de ambos mundos. El mundo de arriba y el mundo de escaleras abajo.

 

 


 

“—Hubiese sido suficiente con seis chuletas —dijo Horace—. Saben que no comemos siete. Y una chuleta fría no sirve para nada. Eso quiere decir que uno de los criados se la comerá para la cena. 

—¿Y te parece que eso es no servir para nada? —inquirió Mortimer.

—Sí, cuando tienen otras cosas para comer. Será un extra, lo que es puro derroche.

—No tan puro, ¿verdad? —sonrió Emilia.

        —Supongo que la cocinera pensó que Emilia o yo desearíamos una segunda chuleta —dijo Charlotte—. No me parece una cosa tan extraordinaria.

—Desearía que no pensasen —dijo Horace, que alternaba ese deseo con el contrario—. Nosotros podemos pensar por ellos.

—Pero hay otras cosas que no podemos hacer sin ellos —intervino Emilia—. En eso reside la fuerza de su posición.

—Me serviré la chuleta —declaró Charlotte—, y así evitaré que se cumpla ese destino tan temido”.

 

Ivy Compton-Burnett, Criados y doncellas