domingo, 14 de marzo de 2021

El río de la vida

Acabo de leer, como si me fuera la vida en ello, Salvatierra de Pedro Mairal en la magnífica edición que ha publicado hace unos días Libros del Asteroide, editorial que ha popularizado en España la obra del escrito argentino, tras el éxito en 2017 de La uruguaya, novela que ya va por la undécima edición*. Juan Salvatierra es, digámoslo ya, un gran personaje de la literatura latinoamericana. Como Aureliano Buendía, Pedro Páramo o Larsen, “un héroe cuya única gracia es la de fracasar una y otra vez”, según el escritor Luciano Lamberti. La gracia de Salvatierra, pintor autodidacta y mudo desde los nueve años, está en su capacidad para transformar cualquier hecho trivial de su vida en un acontecimiento pictórico. Su única obra consiste en una tela de 4 kilómetros de largo donde está pintada su vida y la de su familia a lo largo de sesenta años. Tras su muerte, sus hijos Luis y Miguel viajan desde Buenos Aires a Barrancales, un pueblo del Litoral cerca de los ríos Paraná y Paraguay, para hacerse cargo de la inmensa tela dividida en sesenta rollos: “¿Qué era ese entretejido de vidas, gente, animales, días, noches, catástrofes? ¿Qué significaba? ¿Cómo había sido la vida de mi padre? ¿Por qué necesitó tomarse ese trabajo tan enorme? ¿Qué nos había pasado a Luis y a mí, que habíamos terminado con estas vidas tan grises y porteñas, como si Salvatierra se hubiese acaparado todo el color disponible? Parecíamos más vivos en la luz de la pintura, en algunos retratos que nos había hecho a los diez años comiendo peras verdes, que ahora en nuestras vidas de escribanías y contratos. Era como si la pintura nos hubiera tragado, a nosotros dos. Todo ese tiempo luminoso de provincia había sido absorbido por su tela. Había algo sobrehumano** en la obra de Salvatierra, era demasiado”. Intrigado por la obra monumental de su padre, Miguel y su hermano mayor se disponen a ordenarla y sobre todo a dar con el paradero del rollo que falta, sustraído a punta de navaja, correspondiente al año 1961. Llegados a este punto es necesario, por cortesía, no desvelar el final de la trama, solamente diré que encierra más de un misterio. Salvatierra, omnipresente pero siempre listo para dejar de ser, no es el único gran personaje de la novela, también lo es el paisaje del Litoral argentino, en donde todo cabe menos los seres humanos. Se diría que el paisaje de Salvatierra es “una larga intemperie” entre ríos. Una sensación de fin del mundo. Como sucede con los cuadros de Brueghel o El Bosco. Lo que no quita para que Salvatierra sea uno de los libros más felices que he leído este año.



“La ausencia del autor mejora la obra. El hecho de que el autor no esté presente, incomodando entre el espectador y la obra, hace que el espectador pueda disfrutarla con mayor libertad. En este sentido, el caso de Salvatierra es bastante extremo. [...] En todo el cuadro no hay un solo autorretrato; él no aparece en su propia pintura. [...]  Es como escribir una autobiografía en la que uno no esté”.


Pedro Mairal, Salvatierra



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(*) Otros títulos de Pedro Mairal publicados por Libros del Asteroide son: Una noche con Sabrina Love (2018) y Maniobras de evasión (2019).

(**) Aquí el autor juega con la mitología de la belleza y la juventud imperecederas, en clara alusión a El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, aunque a la inversa.