lunes, 1 de febrero de 2021

Mujer sin casa

Piedras en el bolsillo (Des pierres dans ma poche, 2016; Libros del Asteroide, 2021) de Kaouther Adimi, se abre con una cita de La señora Dalloway*, de Virginia Woolf, una cita que cifra algunos de los elementos principales de esta novela de inspiración autobiográfica de la autora de Nuestras riquezas, publicada también por Libros del Asteroide en 2018. Adimi ha sabido ver en la obra de Woolf —quien se suicidó en 1941 tras llenarse los bolsillos de piedras y sumergirse en el río Ouse— lo que también podemos encontrar en su segunda novela**, y que es mucho más que el testimonio existencialista de una vida convulsa, llena de altibajos, y de un país convulso, Argel, que ha venido desangrándose desde 1992 tras una guerra civil encubierta, conocida también como la décennie noire (Década negra). Piedras en el bolsillo narra con honestidad brutal la historia de una joven argelina de veinticinco años que vive atrapada entre dos mundos, entre Argel y París —la ciudad blanca de su infancia y la de su vida adulta— sin pertenecer a ninguno. La protagonista ve cómo su pasado reaparece de forma inesperada cuando una mañana recibe la llamada de su madre desde Argel para anunciarle la boda de su hermana pequeña: “Debería estar prohibido que las hermanas pequeñas se casaran antes que su hermana mayor. Debería ser como los primos que se lían: algo en la frontera de la ilegalidad, algo malsano que incomoda a la gente decente”. Su independencia conquistada con orgullo se viene abajo ante el dilema de renunciar a su libertad o renunciar a una vida compartida, aunque para eso tendría que encontrar primero a un hombre: “Es horrible ser mujer en cualquier país. Ser mujer es tener pelo, una cabeza, un cuerpo, brazos y piernas. Eso hace que haya un montón de cosas de las que ocuparse, prevenir, anticipar. Subestimamos el efecto que puede tener un pie en una vida. [...] Mi cuerpo es Kabul. El Kabul de principios de los dos mil”. La narradora no parece decidida a abdicar de la libertad que le dan los sueños, como Clothilde, mujer sin casa, que “no ha pertenecido a ningún hombre”, con la que tiene largas conversaciones cada mañana en una placita de la calle Martyrs, sin llegar a agotar jamás ningún tema: el amor, la soledad, el dolor, la felicidad, el fracaso, la vejez. Piedras en el bolsillo se asemeja a una novela de formación o aprendizaje, a una novela de supervivencia, a una novela de fragmentos del interior, como las que tanto le gustaba escribir a Virginia Woolf. Puede que sea, posiblemente, todas estas cosas, pero también es una novela para leer en clave feminista y generacional y, lo más importante, para leer en familia, aunque esta última posibilidad conlleva el riesgo de acabar con los miembros más jóvenes huyendo en desbandada.





“El ascenso social va del campo a la ciudad, del aire fresco a la polución, de la bici al tranvía. La construcción del metro argelino ha sido una apuesta política, social, cultural, familiar, económica y religiosa. Representa aquello hacia lo que tendemos: a marcharnos lo más rápido y lo más lejos posible”.


Kaouther Adimi, Piedras en el bolsillo



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(*) “Extraño, increíble; nunca había sido tan feliz. Nada podía ser tan lento; nada durar demasiado. Ningún placer podía igualar, pensó, mientras enderezaba las sillas y volvía a colocar un libro en la estantería, al de haber acabado con los triunfos de la juventud, haberse perdido en el proceso de vivir, para volver a encontrar la vida, con un sobresalto de placer, al salir el sol, al morir el día”. Virginia Woolf, La señora Dalloway.

(**) Su primera novela, El reverso de los demás (L'envers des autres, 2011) fue publicada por la editorial Xordica en 2015, con traducción de Aloma Rodríguez, quien firma también la traducción de Piedras en el bolsillo de Libros del Asteroide.