domingo, 19 de abril de 2020

Patrick Bateman c'est moi

Otra vuelta de tuerca al género biográfico. Si en Lunar Park (Lunar Park, 2005; Literatura Random House, 2006, red. 2020), el enfant terrible de la literatura americana de los años 80 y 90 del siglo pasado Bret Easton Ellis nos contaba en clave de novela de terror cómo fue abducido por su doble, en su último libro, Blanco (White, 2019; Literatura Random House, 2020), se desprende por primera vez de la máscara para dejar a la vista su verdadero rostro de White Privileged Male (hombre blanco privilegiado). D.H. Lawrence dijo en una ocasión que el lema de la novela de aventuras americana era: “Muy deprisa, hacia ninguna parte”. Este también fue el lema de la primera novela de Easton Ellis, Menos que cero (Less Than Zero, 1985; 1988, red. Literatura Random House, 2010), con ecos de La náusea de Jean-Paul Sartre: “No quiero que me importe nada. Si me importan las cosas es peor. Se convierten en una cosa más de las que me molestan. Es menos doloroso si no te importa nada”. En Menos que cero, Easton Ellis hizo el retrato de una generación —que Douglas Coupland bautizaría más tarde como Generación X— sin mayores expectativas que colocarse y tener sexo de todas las formas posibles hasta el punto de caer en una espiral de violencia y autodestrucción. La consecuencia de todo esto daría lugar, años después, al nacimiento de Patrick Bateman, adinerado y alienado yuppie de Wall Street, protagonista de American Psycho (American Psycho, 1991; 1992, red. Literatura Random House, 2020), y alter ego del autor en los términos de Flaubert: Patrick Bateman c’est moi. Estas dos novelas —aunque no hay que desdeñar ni mucho menos las aportaciones de Las leyes de la atracción (1987), Glamourama (1998) y el libro de relatos Los confidentes (1994)— sirvieron a Easton Ellis para poner en entredicho los valores de ese eslogan repetido hasta la saciedad del “sueño americano”, ahora de capa caída, que en Blanco se atreve a desmaquillar a través de sus enfrentamientos con el establishment político y, sobre todo, cultural, sumido en “una extensa epidemia de autovictimación. [...] El hecho de no poder escuchar un chiste ni ver determinadas imágenes (un cuadro o incluso un tuit) y de calificarlo todo de sexista o racista (lo sea o no) y por tanto considerarlo dañino e intolerable —por lo que nadie más debería escucharlo, verlo o tolerarlo— constituye una manía nueva, una psicosis que la cultura ha ido cultivando. Este delirio anima a la gente a pensar que la vida debería ser una plácida utopía diseñada y construida para sus frágiles y exigentes sensibilidades, y en esencia les alienta a perpetuarse como eternos niños”. Ante este panorama, Easton Ellis defiende en Blanco la vigencia de la novela que lo catapultó a la fama (y que le granjeó el odio de la derecha y de ciertos colectivos progresistas): “American Psycho trataba de lo que significaba ser una persona en una sociedad con la que no estabas de acuerdo y lo que ocurría cuando intentabas aceptarla y vivir conforme a sus valores, a pesar de que supieras que estaban equivocados. Ponía el foco en el engaño y la ansiedad. La locura iba avanzando, incontenible. Era la consecuencia de perseguir el sueño americano: aislamiento, alienación, corrupción, el vacío consumista esclavo de la tecnología y de la cultura corporativista. [...] En muchos sentidos American Psycho es la definitiva serie de selfis de un hombre”. Repleto de referencias autobiográficas y literarias, Blanco confirma a Easton Ellis cómo un observador audaz y un narrador intrépido siempre comprometido con arrastrar al lector donde no pueda hacer pie.




“La idea de que si no puedes identificarte con algo o con alguien no merece la pena verlo, leerlo o escucharlo se ha convertido en un tópico de nuestra sociedad, y a veces se utiliza como arma para atacar al otro. [...] No tener la capacidad o la voluntad para ponerte en la piel del otro, para ver la vida de un modo distinto a cómo tú la experimentas, es el primer paso hacia la falta de empatía, y por eso tantos movimientos progresistas se vuelven tan rígidos y autoritarios como las instituciones a las que se oponen”.

Bret Easton Ellis, Blanco