No sé si habrán caído en la cuenta, pero a veces los libros se revelan
antes de ser leídos —incluso mucho antes de ser cogidos de la estantería de la
librería para hojearlos— a través de los títulos. No sucede con todos los
libros, en todo caso no sucede con cualquier autor. A mí me sucede sobre todo
con los escritores de ciencia-ficción. Sin ir más lejos, ayer me puse a pensar
en esto cuando le buscaba sitio en mi biblioteca a los últimos libros de Ray
Bradbury (Ahora y siempre, Las doradas manzanas del sol, La feria de las
tinieblas, El árbol de las brujas) y Philip K. Dick (La penúltima verdad, Los tres estigmas de Palmer
Eldritch, Ubik, Fluyan mis lágrimas, dijo el policía), publicados por Minotauro en la Biblioteca
de Autor. Llevaban varios días amontonados en la mesilla de noche de cualquier
manera, apilados casi hasta el techo, junto con una biografía de Philip K. Dick
escrita por su tercera mujer, Anne Williams Rubinstein —después Anne R. Dick—,
titulada En busca de Philip K. Dick (The Search for Philip K. Dick, 1995, 2009, 2010; Gigamesh, 2020). Puede
que En busca de Philip K. Dick no arroje una luz excesiva a los rincones oscuros de este autor
visionario, paranoico, para algunos un gurú, que se sentía espiado por los servicios secretos estadounidenses.
De hecho, los mejores
momentos del libro hay que buscarlos antes y después de sus alucinaciones y
paranoias, como cuando Dick se muestra azorado, atolondrado, incómodo,
desorientado, no sabe cómo comportarse, al ver a su mujer tomando el sol
desnuda en el jardín de su casa de Point Reyes Station, California. Para quienes no conozcan la obra de Dick, hay también una
buena cantidad de jugosas anécdotas y reflexiones sobre sus títulos más conocidos, como Confesiones
de un artista de mierda —su novela más autobiográfica y personal—, El hombre del castillo, Tiempo
de Marte, Los tres
estigmas de Palmer Eldritch, Ubik, Fluyan mis lágrimas, dijo el policía y la que todos consideran su obra maestra, ¿Sueñan
los androides con ovejas eléctricas?, pero no terminan de mostrar el infierno que se vive
dentro de la cabeza del autor. No obstante, a diferencia de la célebre
biografía de Emmanuel Carrère sobre Dick, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (Je suis vivant et vous êtes morts, 1993; Anagrama 2018), en la que el novelista
francés se adentra en las profundidades de la mente del escritor, la biografía de
Anne es la que más nos acerca al verdadero yo de este autor vulnerable, esquivo y poliédrico que
nunca quiso llamar la atención.
“No llames jamás la atención de las autoridades. No
nos intereses nunca. No hagas que deseemos saber cosas acerca de ti”.
Philip K. Dick, Fluyan mis lágrimas, dijo el
policía