Augusto Monterroso decía, o escribía, mejor dicho, que “la vida no es
un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos
muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento
del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo”.
La premio Nobel de Literatura polaca Olga Tokarczuk ha venido a darle la razón en
Los errantes (Bieguni, 2007; Anagrama, 2019), una recopilación de historias
que está llena de al menos tres cosas: vida, literatura y movimiento. Nada más
empezar a leer la autora confiesa
que carece de “ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un
tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces. Lo he intentado muchas veces,
pero mis raíces nunca fueron lo suficientemente profundas, y me tumbaba la
primera racha de viento. [...] Mi energía es generada por el movimiento: el
vaivén de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores
de avión, el balanceo de los ferrys”. No es por tanto Los errantes un libro con principio y desenlace, como nos
lo quiere vender la editorial, sino un diario personal en el que Tokarczuk, siempre
con las maletas hechas y sin dejar de moverse, vierte todas sus obsesiones y
reflexiones, a menudo desbrozadas a vuelapluma, sin vacilación ni esfuerzo,
pero con un dominio de la escritura encomiable tanto cuando habla —y ya no digamos cuando escribe—
sobre sí misma o de otros viajeros como ella (“Mi peregrinación es siempre en
pos de otro peregrino”) como cuando se detiene a observar las efímeras huellas
de la vida cotidiana de los lugares por los que pasa. Los errantes es un libro fronterizo, o si lo prefieren,
no hay frontera genérica que lo frene. En él cabe todo, la ficción, la poesía, el
ensayo, la autobiografía, la historia cultural y el libro de viajes, sin que
sepamos diferenciar a ciencia cierta qué es lo uno y qué es lo otro. Si existe
cierta unanimidad en señalar a Claudio Magris como el gran maestro del género
mixto —ahí está El Danubio
para probarlo—, también debería haberla para designar a Olga Tokarczuk como su
relevista en el presente. Los errantes es un libro sobre las pequeñas epifanías que nos
otorga el movimiento: “Quien rige los destinos del mundo no tiene poder sobre
el movimiento y sabe que nuestro cuerpo al moverse es sagrado, sólo escaparás
de él mientras te estés moviendo. [...] Muévete, no pares de moverte. Bienaventurado
es quien camina”.
“Borro de mis mapas todo lo que hiere. Los lugares
donde tropecé, caí, fui golpeada, humillada, ofendida, ya no aparecen, han
dejado de existir. De este modo borré unas cuantas grandes urbes y toda una
provincia. Quizá llegue el día en que borre un país entero. Los mapas,
comprensivos, lo aceptan, porque añoran esos espacios en blanco que evocan su
infancia feliz”.
Olga Tokarczuk, Los errantes