sábado, 7 de diciembre de 2019

Movimiento perpetuo

Augusto Monterroso decía, o escribía, mejor dicho, que “la vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo”. La premio Nobel de Literatura polaca Olga Tokarczuk ha venido a darle la razón en Los errantes (Bieguni, 2007; Anagrama, 2019), una recopilación de historias que está llena de al menos tres cosas: vida, literatura y movimiento. Nada más empezar a leer la autora confiesa que carece de “ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces. Lo he intentado muchas veces, pero mis raíces nunca fueron lo suficientemente profundas, y me tumbaba la primera racha de viento. [...] Mi energía es generada por el movimiento: el vaivén de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avión, el balanceo de los ferrys”. No es por tanto Los errantes un libro con principio y desenlace, como nos lo quiere vender la editorial, sino un diario personal en el que Tokarczuk, siempre con las maletas hechas y sin dejar de moverse, vierte todas sus obsesiones y reflexiones, a menudo desbrozadas a vuelapluma, sin vacilación ni esfuerzo, pero con un dominio de la escritura encomiable tanto cuando habla —y ya no digamos cuando escribe— sobre sí misma o de otros viajeros como ella (“Mi peregrinación es siempre en pos de otro peregrino”) como cuando se detiene a observar las efímeras huellas de la vida cotidiana de los lugares por los que pasa. Los errantes es un libro fronterizo, o si lo prefieren, no hay frontera genérica que lo frene. En él cabe todo, la ficción, la poesía, el ensayo, la autobiografía, la historia cultural y el libro de viajes, sin que sepamos diferenciar a ciencia cierta qué es lo uno y qué es lo otro. Si existe cierta unanimidad en señalar a Claudio Magris como el gran maestro del género mixto —ahí está El Danubio para probarlo—, también debería haberla para designar a Olga Tokarczuk como su relevista en el presente. Los errantes es un libro sobre las pequeñas epifanías que nos otorga el movimiento: “Quien rige los destinos del mundo no tiene poder sobre el movimiento y sabe que nuestro cuerpo al moverse es sagrado, sólo escaparás de él mientras te estés moviendo. [...] Muévete, no pares de moverte. Bienaventurado es quien camina”.




“Borro de mis mapas todo lo que hiere. Los lugares donde tropecé, caí, fui golpeada, humillada, ofendida, ya no aparecen, han dejado de existir. De este modo borré unas cuantas grandes urbes y toda una provincia. Quizá llegue el día en que borre un país entero. Los mapas, comprensivos, lo aceptan, porque añoran esos espacios en blanco que evocan su infancia feliz”.

Olga Tokarczuk, Los errantes