sábado, 14 de diciembre de 2019

De qué (no) hablamos cuando hablamos de escritura creativa

Hace un tiempo mi amigo, el escritor Carlos Ortega Vilas, autor de El santo al cielo, me pidió que fuera a dar una charla a uno de sus talleres de escritura creativa. Le puse una excusa del tipo “no tengo tiempo” o “no sé hacerlo”. Pero casi siempre que nos veíamos volvía a pedírmelo. Ayer se me acabaron las excusas. Mis reticencias, por llamarlo de alguna manera, se debían a que existen muchos talleres de escritura creativa que fomentan la ilusión de un mundo en el que todos pueden ser escritores sin pasar antes por la literatura. Empecé la charla comentando el título: De qué (no) hablamos cuando hablamos de escritura creativa. Observé caras de interés, de asombro, de curiosidad entre los asistentes al taller que me impulsaron a continuar de la siguiente manera: “Si de verdad les interesa lo que voy a decirles sobre la escritura creativa, es imprescindible, antes que nada, que les haga una confesión: siento verdadero horror por todo lo que son límites y limitaciones. Más si cabe por las que uno mismo se impone consciente o inconscientemente, porque "es perfectamente posible para un hombre estar fuera de la cárcel y, sin embargo, no estar en libertad; estar sin ninguna limitación física y, sin embargo, ser psicológicamente un cautivo obligado a pensar, sentir y obrar como los representantes de un Estado nacional o de algún interés privado quieren que piense, sienta y haga". Estas palabras no son mías, son de Aldous Huxley, de su novela Nueva visita al mundo feliz.  Por eso quizás lo primero que deberían aprender sobre la escritura creativa es a desaprender. Desaprender las reglas que nos han enseñado que debemos respetar (y que está bien que las aprendamos, no digo que no, sobre todo para desaprenderlas), desaprender también la vergüenza a fallar, a errar, a fracasar. Aunque del fracaso también se aprende. Pero esa es otra cuestión, incluso quizás más interesante que la que intento explicar aquí. Hay que olvidar los autores que nos tienen que gustar obligatoriamente, las obras maestras que se conciben como las únicas posibles. Borrar de la mente los sustantivos, los adjetivos, los pronombres, los verbos, los adverbios, las fórmulas mágicas. Solo entonces seremos capaces de mirar hacia adentro y preguntarnos qué sentimos, qué nos gusta, qué tenemos ganas de contar. Y mirar hacia afuera, también. Mirar todo aquello que tenemos delante, no desechar nada por completo, aunque solo sea por llevarle la contraria a la poetisa americana Louise Glük que dijo que "miramos al mundo una vez, en la infancia. El resto es memoria".  Debemos atrevernos a dudar, a explorar, a preguntarnos todo el tiempo. Todo el tiempo es todo el tiempo. Salir de lo que "tiene que ser" y adentrarnos en lo que nos hace ser de verdad. Solo de esta manera seremos capaces de producir otra cosa que todavía no existe y que todavía no sabemos lo que será. Con razón se preguntarán: ¿Cómo empezar?. Pues habría que hacer como el protagonista de El gran Gatsby de Scott Fitzgerald: "ocultarse a la vista de todos pero detrás de los demás", como escribe Rodrigo Fresán en La parte recordada. Por supuesto, la escritura cambia a medida que nosotros lo hacemos. Razón de más para desconfiar de las fórmulas mágicas. Como decía Terry Pratchett,  la magia no es más que otra forma de decir que no se conoce la respuesta a algo”. En ninguna forma Carlos conocía de antemano el contenido de estas líneas de las que he sopesado escrupulosamente cada palabra, por lo que querría expresarle mi gratitud por su confianza y desearle lo mejor en lo personal, ya que en lo profesional llegarán momentos muy buenos con la novela que está escribiendo.




“Irse a escribir —irse a todas partes pero, mágicamente, sin moverse de su escritorio— era para él la más cabal y precisa y omnipresente puesta en práctica de estar desaparecido en acción y, a la vez, de ejecutar gran prestidigitación: porque al escribir se desilusiona a los seres queridos y se ilusiona  a los desconocidos”. 

Rodrigo Fresán, La parte recordada