lunes, 11 de noviembre de 2019

Todo flota

La frase, pronunciada por Pennywise en It —“Aquí abajo todo flota, Bill, todos flotaremos”— forma parte ya de la historia de la literatura. Y Stephen King también. Al igual que el pueblo Derry donde el horror llega cíclicamente en forma de payaso cobrándose numerosas vidas humanas. Ninguna otra novela del maestro de terror ha generado tantísimos ingresos. Y eso que la escribió mientras estaba colocado de cocaína y bebía más de la cuenta. Cuanto más pasa sin publicar un nuevo libro, más son los jóvenes lectores que le rinden tributo leyendo y releyendo sus obras. Sin embargo, su fans no tienen mucho que esperar. Para King parir un libro al año es fácil y provechoso. Su última novela  Elevación (Elevation, 2018; Suma, 2019) —en realidad un relato de apenas 170 páginas, de letra grande y bellamente ilustrado por Mark Edward Geryer— acaba de publicarse en España para escarnio de los que decían que el autor de El resplandor se encontraba en un callejón sin salida. En un triple tirabuzón hacia adelante, King se ha tirado a la piscina de mayor profundidad y ha estado cerca de ahogarse con este cuento de Navidad que recuerda tanto a Dickens —ya se sabe que en Navidad todo es posible, sobre todo si ronda cerca King— como al célebre relato de Francis Scott Fitzgerald sobre un hombre que nace viejo y muere joven, El curioso caso de Benjamin Button. El protagonista de Elevación, Scott Carey, un diseñador de Webs de buen corazón y con sobrepeso, está a punto de emprender el viaje más fantástico de su vida. Sólo que él no lo sabe todavía, lo único que sabe es que tiene una extraña enfermedad que le hace perder peso sin parar. Scott pierde medio kilo al día, más o menos, pero eso no lo hace más delgado, pero sí más ligero. En Elevación, King abandona la severidad dramática de sus últimas novelas —Doctor Sueño, El visitante, El instituto— por la ligereza afable, tierna, sentimental, que acompaña a los relatos de Navidad. Insospechadamente, la cosa funciona, tiene credibilidad y sentido. Sólo King podía hacerlo. En realidad y salvando todas las distancias, Elevación pertenece a esa estirpe de grandes relatos breves, como Bartleby, el escribiente de Herman Melville, que han sabido hacer palpable el sentimiento de desolación. De vacío.




“Scott recorrió el pasillo hacia el cuarto de baño con unos trancos que difícilmente podrían considerarse pasos. Con cada uno flotaba hasta el techo, donde se empujaba con las yemas de los dedos para bajarse al suelo. En el cuarto de baño, planeó durante un momento y al cabo se posó sobre la báscula. Al principio creyó que no iba a marcar ningún peso. Entonces, por fin, escupió una cifra: 0,9. Prácticamente lo que había esperado. [...] Todo el mundo debería pasar por esto, pensó, y tal vez, cuando llega el final, todo el mundo lo experimenta. Tal vez, en el momento de morir, todo el mundo asciende”. 

Stephen King, Elevación