La frase, pronunciada por Pennywise en It —“Aquí abajo todo flota, Bill, todos flotaremos”—
forma parte ya de la historia de la literatura. Y Stephen King también. Al
igual que el pueblo Derry donde el horror llega cíclicamente en forma de payaso
cobrándose numerosas vidas humanas. Ninguna otra novela del maestro de terror
ha generado tantísimos ingresos. Y eso que la escribió mientras estaba colocado
de cocaína y bebía más de la cuenta. Cuanto más pasa sin publicar un nuevo
libro, más son los jóvenes lectores que le rinden tributo leyendo y releyendo sus obras.
Sin embargo, su fans no tienen mucho que esperar. Para King parir un libro al
año es fácil y provechoso. Su última novela Elevación (Elevation, 2018; Suma, 2019) —en realidad un relato de apenas
170 páginas, de letra grande y bellamente ilustrado por Mark Edward Geryer—
acaba de publicarse en España para escarnio de los que decían
que el autor de El resplandor se encontraba en un callejón sin salida. En un triple tirabuzón hacia
adelante, King se ha tirado a la piscina de mayor profundidad y ha estado cerca
de ahogarse con este cuento de Navidad que recuerda tanto a Dickens —ya se sabe
que en Navidad todo es posible, sobre todo si ronda cerca King— como al célebre
relato de Francis Scott Fitzgerald sobre un hombre que nace viejo y muere joven,
El curioso caso de Benjamin Button. El protagonista de Elevación, Scott Carey, un diseñador de Webs de buen corazón y
con sobrepeso, está a punto de emprender el viaje más fantástico de su vida.
Sólo que él no lo sabe todavía, lo único que sabe es que tiene una extraña
enfermedad que le hace perder peso sin parar. Scott pierde medio kilo al día,
más o menos, pero eso no lo hace más delgado, pero sí más ligero. En Elevación, King abandona la severidad dramática de sus
últimas novelas —Doctor Sueño, El visitante, El instituto— por la ligereza afable, tierna, sentimental, que
acompaña a los relatos de Navidad. Insospechadamente, la cosa funciona, tiene credibilidad
y sentido. Sólo King podía hacerlo. En realidad y salvando todas las
distancias, Elevación
pertenece a esa estirpe de grandes relatos breves, como Bartleby, el
escribiente de Herman
Melville, que han sabido hacer palpable el sentimiento de desolación. De vacío.
“Scott recorrió el pasillo
hacia el cuarto de baño con unos trancos que difícilmente podrían considerarse
pasos. Con cada uno flotaba hasta el techo, donde se empujaba con las yemas de
los dedos para bajarse al suelo. En el cuarto de baño, planeó durante un
momento y al cabo se posó sobre la báscula. Al principio creyó que no iba a
marcar ningún peso. Entonces, por fin, escupió una cifra: 0,9. Prácticamente lo
que había esperado. [...] Todo el mundo debería pasar por esto, pensó, y tal
vez, cuando llega el final, todo el mundo lo experimenta. Tal vez, en el
momento de morir, todo el mundo asciende”.
Stephen King, Elevación