Desde su debut como escritor a los 22 años con su novela autobiográfica Para
acabar con Eddy Bellegueule (En finir avec Eddy Bellegueule, 2014; Salamadra, 2015), Édouard Louis ha ido
desplegando un universo literario propio en el que la realidad y la ficción se
confunden como
si fuera la misma cosa. Existe un fuerte vínculo entre Para acabar con Eddy
Bellegueule y su última
novela, Quién mató a mi padre (Qui a tué mon père,
2018; Salamandra, 2019). Se diría que es un spin-off de aquélla que, por si no había quedado claro, viene
a profundizar en el mundo de su infancia a la vez que le toma el pulso anímico
a la política de nuestro tiempo: “La política es la distinción entre colectivos
cuya vida se asegura, se alienta y se protege y otros expuestos a la muerte, la
persecución, el asesinato”. Si Para acabar con Eddy Bellegueule se abría con una frase que, en su rotundidad, no dejaba
indiferente a nadie: “De mi infancia no me queda ningún recuerdo feliz”, Quién
mató a mi padre nos zarandea
nada más empezar con esta confesión sobre su padre: “Durante toda mi infancia
anhelé tu ausencia”. Quién mató a mi padre conecta con ese imaginario que desde Aden Arabia (1931) de Paul Nizan, y su célebre frase: “Yo tenía
veinte años. No permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la
vida”, desmitifica cualquier concepción idílica de la juventud. Y algo
—bastante— de eso hay en las páginas de esta novela, en la que Louis, nacido como Eddy
Bellegueule, se adentra nuevamente en la intimidad de su familia, en ese
espacio donde la pobreza, la homofobia y la violencia fueron siempre de la
mano, para hacer visibles unas heridas que han afectado a todas las dimensiones
de su vida. Su estilo es urgente, conciso, furioso. Sin embargo, curiosamente,
su rabia no va dirigida sólo contra su padre, quien ya casi no puede caminar y
necesita un aparato para respirar; una parte de su rabia parece haber
encontrado también el camino hasta los poderes públicos, cuya inactividad hacia
las clases desfavorecidas hace que sean víctimas de una ideología de la
exclusión. Quién mató a mi padre es el resultado de llegar hasta rincones olvidados que había que
ventilar, cosas que no podían permanecer por más tiempo encerradas, pero sobre
todo cuentas pendientes por ajustar con Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy,
François Hollande y Emmanuel Macron, a los que Louis acusa de matar a su padre.
“Las clases dominantes pueden quejarse de un
gobierno de izquierdas, pueden quejarse de un gobierno de derechas, pero un
gobierno nunca les causa problemas digestivos, un gobierno nunca les destroza
la espalda, un gobierno nunca les lleva a ver el mar. La política no cambia sus
vidas, o lo hace bastante poco. Esto también es curioso, ellos hacen la
política, pero la política apenas tiene ningún efecto sobre sus vidas. Para las
clases dominantes, la política es a menudo una cuestión estética: una manera de pensarse, una manera de ver
el mundo, de construirse como individuos. Para nosotros, era vivir o morir”.
Édouard Louis, Quién mató a mi padre