viernes, 15 de diciembre de 2017

La lengua en el diente dolorido

La Navidad me pone triste. Leo con alivio que a los contemporáneos del escritor inglés Gilbert K. Chesterton —y a Chesterton mismo— les sucedía algo parecido. En uno de los artículos reunidos en El espíritu de la Navidad (The Spirit of Christmas,1984; Renacimiento, 2017), el autor de El hombre que fue jueves nos advierte de que "pocas costumbres hay tan peligrosas y desagradables como celebrar la Navidad antes de tiempo. La esencia misma de cualquier fiesta consiste en que rompe sobre uno de manera brillante y repentina; que en un momento determinado el gran día no es, y al momento siguiente el gran día sí es. Hasta un cierto instante específico se siente uno triste, como siempre: es miércoles, nada más. Al momento siguiente el corazón da un brinco [...] en medio de un estallido, de una llamarada, ha llegado el jueves. [...] Sea cual sea para usted el día festivo o simbólico, es esencial que haya un trazo muy nítido entre ese día y el tiempo anterior". Parece ser que últimamente hay mucha prisa por celebrar la Navidad antes de tiempo. Todo el mundo espera la llegada de la Navidad como si fuera un traje que nos queda bien a todos. Sin embargo, como escribe Chesterton, "la Navidad no encaja en absoluto con el mundo moderno". Tampoco encaja con la Navidad el libro del que voy a hablarles ahora. Hace unos días desenterré Libros de sangre (Books of Blood, 1985; Valdemar, 2016) de Clive Baker de debajo de una pila de libros que llegaban a igualar mi altura. Libros de sangre reúne dieciséis relatos valientes y osados —entre ellos, El tren de la carne de medianoche, El blues de la sangre de cerdo, Terror, Hijo del celuloide, Chivos expiatorios y Restos humanos—, cuya fuerza les viene de aquello que otros escritores callan. Los relatos de Baker, escribe el crítico Jesús Palacios en el prólogo, ofrecen "exactamente aquello que pedimos con gritos mudos en medio de un silencio preñado de pasiones inconfesas. Ser golpeados por el horror. Ser desafiados por palabras y frases. Sentirnos sucios. Ser violados (a ser posible, sodomizados) por letras nunca escritas y palabras nunca antes pronunciadas". Cada uno de los relatos, escritos sin la más mínima concesión a lo que no resulta esencial, arranca con máxima fuerza y luego avanza sin detenerse, arrollando a su paso todo lo que huela a mentalidad burguesa, cuya consigna es que "si algo es raro, dispara. Sienten terror ante la diversidad y piensan que si algo es diferente, pertenece al lado oscuro; si algo es diferente, hay que acabar con ello", según dijo Baker en una entrevista en la que habló de su homosexualidad como motor del carácter introspectivo, visceral y telúrico de sus relatos: "Pienso que como gays tenemos más espacio para soñar". Baker, ya es hora de decirlo, es de lejos el mejor escritor de terror contemporáneo, a bastante distancia de Stephen King, quien hace siempre que la imaginación se detenga a un paso del límite del pudor. Si algo se desprende de Libros de sangre es que lo raro es vivir.




"No hay placer igual al terror. Si fuera posible sentarse, invisible, entre dos personas en cualquier tren, en cualquier sala de espera u oficina, la conversación versaría invariablemente sobre ese tema. [...] Con la inexorabilidad de una lengua que regresa una y otra vez al diente dolorido para hurgarlo, regresamos una y otra a nuestros miedos".

Clive Baker, Libros de sangre