El pasado 12 de marzo se cumplieron cien años del nacimiento de Jack Kerouac (1922-1969), “un genio solitario e innovador que se adentró por su cuenta en áreas de composición no reconocidas ni cartografiadas, con valentía suficiente para hacerlo solo”, según el poeta Allen Ginsberg, amigo y compañero de correrías por Nueva York, San Francisco, México y Tánger. Mi primer recuerdo de Kerouac es un libro de tapas amarillas publicado por la editorial Bruguera en 1981 con el título En el camino* en la portada. Su traductor era Martín Lendínez, seudónimo —lo supe mucho más tarde— tras el que se ocultaba el escritor Mariano Antolín Rato**, cuya primera novela Cuando 900 mil mach aprox. (1973) no carece de conexiones con la obra de Kerouac. En En el camino, Kerouac aparece como personaje sin edad: Sal Paradise. Y Neal Cassady, "el estafador santo de mente brillante", como personaje sin ataduras: Dean Moriarty. Ambos, en compañía de Carlo Marx (Allen Ginsberg), inician un viaje que les llevará de una costa a otra de América. Dean sentado al volante, mientras Sal lleva en sus manos “un libro que había robado en una librería de Hollywood, Le Grand Meaulnes***, de Alain Fournier, pero prefería leer el paisaje americano que desfilaba ante mí”. En En el camino, los lectores encontrarán todo lo que necesitan saber sobre la Generación Beat, un movimiento formado por un grupo de jóvenes que comenzó como comienzan todas las cosas, de la manera más sencilla posible, con un encuentro, o mejor, una aparición: “Con la aparición de Dean Moriarty comenzó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera”. Esta frase inaugural de la literatura de carretera deja la novela tan arriba que las siguientes pueden pasar desapercibidas. No obstante, todas llevaban en su interior la raíz de la revolución que sacudiría el establishment de la cultura norteamericana de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Baste con citar cuatro de ellas que fueron, por un tiempo, el punto de llegada y el de partida de todos esos jóvenes que, como Sal y Dean, querían que les diera el aire: “No sabía a donde ir excepto a todas partes”; “No puedo ofrecer más que mi propia confusión”; “La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas”; y la más importante de todas, con ecos de Whitman, el poeta de la naturaleza: “Todo me pertenece porque soy pobre”.
___
(*) La editorial Anagrama volvió a publicarlo en 1986 y en 2006 con este mismo título, En el camino, traducción de Martín Lendínez del original inglés On the Road (1957). En 2009, la editorial barcelonesa sacó una nueva traducción a cargo de Jesús Zulaika, con el título En la carretera. El rollo mecanografiado original.
(**) Antolín Rato ha traducido, con su nombre o con el seudónimo de Martín Lendínez, Yonqui de William S. Burroughs (Júcar, 1978), Ser norteamericanos de Gertrude Stein (Bruguera, 1981), El ruido y la furia de William Faulkner (Bruguera, 1981), Los vagabundos del Dharma de Jack Kerouac (Bruguera, 1982), Reloj sin manecillas de Carson McCullers (Bruguera, 1984), American Psycho de Bret Easton Ellis (Ediciones B, 1991), entre otros títulos.
(***) Hay traducción española con el título de Meaulnes el Grande (Alianza, 2012, red. 2018), traducción de Ramón Buenaventura.