jueves, 16 de noviembre de 2017

En casa con Claude

Hacía tiempo que me apetecía estar a solas en casa con Claude, me refiero a Claude Lévi-Strauss, no a la película de Being at Home with Claude de Jean Beaudin. La primera vez que leí Tristes trópicos (Tristes Tropiques, 1955; Paidós, 2006 [2017]), tenía 19 años, y lo leí en cuatro días, a razón de 150 páginas por día. Recuerdo que me sorprendió, o mejor dicho, me dolió la frase del inicio: "Odio los viajes y los exploradores". ¿Acaso el antropólogo y etnólogo francés no era un explorador (como Livingstone o Richard Burton), y Tristes trópicos un libro de viajes por el Mato Grosso de Brasil? Creo —repito, creo, no lo sé a ciencia cierta— que Lévi-Strauss se refería a que, como escribió Marcel Proust, "el verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos". De Lévi-Strauss se puede decir, como el mismo dijo de Rousseau, que fue “el más etnógrafo de los filósofos”, una de esas profesiones desprestigiadas, poco valoradas o malentendidas hoy en día. Es propio de los tiempos que corren que un libro de filosofía como Tristes trópicos deba justificar su existencia. Y no digamos ya si además de un libro de filosofía es un libro de viajes, un libro de memorias, un libro de historia, un libro de antropología, un ensayo sociológico y muchas otras cosas más. Tristes trópicos es una miscelánea inclasificable que no ha perdido vigencia a los sesenta y dos años de su publicación. El discurso humanista que transmite es fruto de la experiencia vivida por Lévi-Strauss sobre el terreno, consciente de que observaba los últimos vestigios de algo que desaparecería muy pronto: "Viajes: cofres mágicos de promesas soñadoras, ya no entregaréis vuestros tesoros intactos. Una civilización proliferante y sobreexcitada trastorna para siempre el silencio de los mares. Los perfumes de los trópicos y la frescura de los seres son viciados por una fermentación de hedores sospechosos que mortifica deseos y hace que nos consagremos a recoger recuerdos semicorruptos". No obstante, cada reflexión parece hecha con la mirada puesta en la actualidad: "Ninguna sociedad es perfecta. Todas implican por naturaleza una impureza incompatible con las normas que proclaman y que se traduce concretamente por una cierta dosis de injusticia, de insensibilidad, de crueldad". O también: "Todo el Islam parece ser un método para desarrollar en el espíritu de los creyentes conflictos insuperables". O esta otra: "El mundo comenzó sin el hombre y terminará sin él". La verdadera índole de Tristes trópicos sólo se revela a quien logra avizorar y vivir a través de sus páginas el nacimiento de una nueva conciencia ecológica, cuando la ecología era todavía una ciencia joven.




"La selva amazónica parece un montón de burbujas congeladas, una plantación vertical de tumefacciones verdes; se diría que un trastorno patológico ha afligido uniformemente al paisaje fluvial. Pero cuando reventamos la funda y entramos, todo cambia: desde dentro, esa masa confusa se transforma en un universo monumental. La selva deja de ser un desorden terrestre; parece un nuevo mundo planetario, tan rico como el nuestro, al cual hubiera reemplazado". 

Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos